Existe una especia de boria (niebla en cartagenero) que parece impedir ver lo que está sucediendo en el Mar Menor durante más de tres décadas. Las causas de la contaminación y destrucción de la laguna salada más grande de Europa son más que conocidas y están más que documentadas. La contaminación minera de los metales tóxicos de minas abandonadas en el Mar Menor, la derogación de la Ley de costas de 1987, el episodio de la famosa sopa verde de 2016 causada por vertidos como la salmuera cargada de nitratos (eutrofización). O las toneladas de peces muertos, primero en octubre de 2019 y después en agosto de 2021 que visualizaron la problemática de los vertidos procedentes de la actividad agraria y agropecuaria.
A pesar de que el Mar Menor tiene numerosas figuras y leyes para su protección, la boria parece haberlas hecho desperecer. En las numerosas conversaciones que hemos tenido sobre el Mar Menor, existe un factor que se repite constantemente, la codicia. Bandera insignia del Antropoceno que representa la época geológica actual cuyo inicio tiene lugar en la revolución industrial del siglo XVIII hasta nuestros días. Lo que la caracteriza es que el impacto está generado por nosotros, los humanos. Es una catástrofe compartida. Pero por mucha boria que se genere o se invente existen voces y propuestas para solucionar la crisis ecológica del Mar Menor. Como por ejemplo, la proposición de Ley para el reconocimiento de personalidad jurídica a la laguna y su cuenca por la plataforma popular ILP Mar Menor.